lunes, 30 de septiembre de 2013

Mis niñas

Soledad, mi mejor amiga, ¿por qué atacas durante la noche y callas durante el día? ¿Acaso disfrutas burlándote de mi desgracia? Tus certeros golpes me volverán como el hielo, que tiene miedo a derretirme en una copa de whysky medio llena. O medio vacía, según se mire. Y ya no me queda nada más, querida amiga, esperemos al destino que nos cuente si tú serás mi fiel compañía.

Esperanza, tú que eres inalcanzable y brillas con la ilusiones que creas en la gente, ¿Por qué eres la ultima que te vas? ¿Es que te gusta hacerme sonreir en la penumbra?  Tú creas en mi el agobio y me das los golpes que más rompen mi seguridad. Eres mi billete solo de ida hacia ninguna parte. Asi que coge tus cosas y vete, que tus promesas, de no cumplirlas, ya no valen nada.

Inocencia, carne de mi juventud, ¿Dónde te metiste? Te ando buscando por todos los rincones en los que Esperanza me dijo que buscara, pero Soledad me sorprendía en cada uno de ellos. Eras mi musa y ahora tan solo una sola pregunta.

Y mi ultima y no por ello menos importante, la que me colma de gloria, la que llena las copas sed insaciable, esa a la que no me atrevo a mencionar. V. No siempre vienes, pero cuando lo haces, pisas fuerte y haces grande al menos bueno. Ser de la envidia y la codicia, la derrota de los demás. Mi derrota.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Duele cuando disparas un conjunto de oraciones
contra mi argumentación 
y mueren
las palabras.

Duele cuando los fonemas cambian de parecer 
y a su vez se renueva
el significado 
todo lo dicho.

Pero más duele no tener un vocabulario adecuado
para poner fin
a este caos
morfosintáctico.
Dicen que al compartir las penas todo se hace más pequeño, pero, ¿es que acaso al juntar  fuego con fuego estos no se hacen más grandes? Son solo dichos, mentiras inofensivas que se dedican a engañar al menos ingenuo, falacias de una multitud desesperada, un medicamento en mal estado con fuertes efectos secundarios que solo abre mas mi herida. Nuestra herida. Y no se cura, solo se seca. 

Caer desde lo más alto no me ha quitado las ganas de volver a subir otra vez, o quizás solo de buscar otro precipicio por el que tirarme una vez más. Porque un luchador nunca se cansa de perder, no esconde sus miedos, le gusta que le laman sus pesadillas, y deja de lado ese numero que no se atreve a escribir, ese mes que no quiere recordar y ese día en el que te perdió.